Nuestra historia
​
EL ORIGEN
​
En esta zona aún un tanto desértica, de tierras quebradas, grandes descampados y espaciosas quintas arboladas, fluctuaba una juventud llena de iniciativas, que había comenzado a mirar el río De la Conchas como el mayor atractivo para la expansión de sus actividades deportivas. En la zona ribereña del Río de la Piata, por el Tigre, San Fernando, San Isidro, se había iniciado un poco antes, un movimiento portentoso de fundaciones de clubes náuticos.
​
Los jóvenes de nuestra localidad, pensaron en nuestro accidente geográfico como el motivo adecuado para fundar también en estos lugares un club que desarrollase la misma actividad y se pudiese sumar a los otros más importantes que desde un corto tiempo antes realizaban un deporte que los atraía.
​
Esa iniciativa que nació de uno solo, se apoderó de muchos y cundió en nuestra juventud como un atractivo irreversible, fue la chispa que dio origen a nuestro Club de Regatas Bella Vista. Ese fue su origen.
​
Ya en el terreno de las realidades, empezaron a surgir los hombres y los hechos que le dieron vida. Así nació esta historia que recogemos hoy para siempre, a más de cien años de distancia.
​
Para conocer y contar esta historia en sus momentos iniciales, nada mejor que seguir paso a paso las invalorables “Memorias” de don Armando Bancalari -que se transcribirán fielmente en otras páginas de esta historia- como el testimonio más importante de la verdad de los hechos, que hasta la fecha ha llegado a nuestro conocimiento.
​
Don Enrique J. Goubat, verdadero espíritu creativo y propulsor de esta obra, formó parte del grupo de familias francesas que secundaron a Sourdeaux en la fundación de Bella Vista. A fines del siglo pasado era propietario del territorio que hoy delimitan las calles Sourdeaux, Avda. Francia, Ricchieri y Moreno. Allí erigieron la residencia que aún se conserva como testimonio histórico de una época, a la que los Goubat denominaron “Villa Ceres”.
Amante de la vida deportiva, sobre todo la náutica, formó parte desde su primera juventud del grupo de remeros del Buenos Aires Rowing Club, en el que se inició y se entregó a cultivar con verdadera pasión las prácticas del remo, en las aguas del Río de la Plata, Luján y Río Santiago.
En 1894, Goubat concibió la idea de aprovechar las aguas del río De las Conchas -actual De la Reconquista- para difundir también en Bella Vista ese deporte que lo apasionaba.
​
Con ese objeto se entregó a la tarea de interesar a los jóvenes residentes en los pueblos de Bella Vista, Muñiz y San Miguel, para que fundaran a orillas de nuestro accidente geográfico, un club náutico que en cierta manera pudiera emular a aquellos que con mayores posibilidades y ventajas, ya habían comenzado a ganar renombre, en la actividad de ese deporte.
​
Los deseos de Goubat comenzaron a concretarse el 14 de febrero de 1895, cuando se reunió el grupo de iniciadores para suscribir el “Acta de la Fundación del Club de Regatas de Bella Vista”. Allí estaba en primer término su fervoroso iniciador con su característica presencia, vistiendo su impecable uniforme de remero: “Cap”, saco, pantalón largo, camisa y zapatillas blancas, de acuerdo con la etiqueta de rigor en aquellos tiempos, que le daban una especial personalidad.
​
Aquel grupo de fundadores concretó en el día mencionado su trascendental propósito, firmando el documento que desde entonces avala la existencia del Club.
​
Rubricaron el acta, P. Galargau, doctor Marbit, Carlos Chabry, M. Mastreit, Joaquín E Arana, M. de Leynes, M. B. Fortune, F. Balfour, Ernesto Nogués, F. Rovenscroft, Pablo Nogués, Julio Nogués, T. W Clunil, C. Fontán, Victorio Folcioni, Alfredo Folchieri, Emilio Galmarini, Enrique J. Goubat, Pedro Mattaldi, Juan F. Mattaldi, Alfredo Benguez, Brutus Lafont, Fortunato Costa, Carlos Poussart, Miguel B. Quirno, Pedro Scala, José Santracci y Enrique J. Poussart.
​
En aquel acto memorable había tomado fuerza legal la existencia del club, testimoniada en un documento que desde entonces se conserva en la institución.
​
En la misma reunión quedó constituida la primera Comisión Directiva, con carácter provisorio, que fue integrada de la siguiente manera: presidente, Ventura G. Coll; vicepresidente, Enrique J. Goubat; secretario, Fortunato Costa; tesorero, Miguel B. Quirno; vocales, Juan Rovenscroft, Angel Gallardo, Juan F. Mattaldi, Emilio. I. Galmarini y Carlos Poussart. Era el grupo de jóvenes más destacado de las mejores familias que residían en Bella Vista y sus vecindades.
​
Tras un cambio de ideas y realizadas las consultas preliminares, los dirigentes concretaron la constitución de la Comisión Directiva definitiva, la que quedó integrada de la siguiente manera: presidente, Enrique J. Goubat; vicepresidente, Juan Luis Hilario Artigue; tesorero, Miguel B. Quirno; secretario, Fortunato Costa; vocales, Carlos Chabry, Juan F. Mattaldi, Frank Balfour, Emilio I. Galmarini, Carlos Poussart; suplentes, Ernesto Nogués, Enrique D. Poussart y Rufino Acosta Cardoso.
LA SEDE SOCIAL
​
El club ya tenía el sustento jurídico necesario. Ahora era tarea de concretar el establecimiento de su sede social y todo cuanto se relacionara con su fundamental identidad.
​
El entrañable apego que Goubat tenía por el Buenos Aires Rowing Club y como una derivación del mismo, sugirió que el club de Bella Vista tomara los colores azul y amarillo oro, semejante al que llevaba aquél y la misma forma de bandera, escudo circular, distintivo en la pala de los remos, toleteras, etc., los cuales fueron adoptados por un consenso total.
​
También había llegado la hora de concretar el establecimiento de la sede social del club. A efectos de elegir el lugar de ubicación sobre la ribera del río, tuvo gran influencia don Eduardo Le Monnier, quien poseía una quinta en el lugar preferido. Entonces se trataba de conseguir un terreno lindero y volcar el mayor y acelerado esfuerzo para realizar los trabajos preliminares. Se obtuvo así la fracción deseada. Sangre joven y animosa, los jóvenes alentados por Goubat, se entregaron personalmente a la dura tarea de preparar el terreno y arreglar la calle de acceso a la futura entidad.
De inmediato se inició la construcción del modesto local social. Era un agradable chalet de dos plantas, que se erigió en corto tiempo. En la parte baja se hallaba la flota con sus accesorios y el taller. En la alta, en los primeros años, contenía un salón vestuario y los baños. Todo el conjunto era de dimensiones reducidas y ubicadas frente al río, al cual daba también una terraza.
​
Este primitivo local social estuvo emplazado en un lugar lindero al actual y posteriormente fue anexado a la quinta de Le Monnier.
Debemos señalar que, ante lo reducido del edificio, en cuanta ocasión se realizaban reuniones sociales y deportivas, se instalaban en el lugar provisoriamente amplias carpas para cobijar a la concurrencia.
​
También se tuvo en cuenta la estética del lugar y, como una vieja costumbre impuesta por el ingeniero Sourdeaux, se realizaron alrededor del edificio y en la calle de acceso abundantes plantaciones de árboles.
​
En 1906, el local fue ampliado, agregándosele una discreta sala de estar, algunos vestuarios, dormitorios y otros baños.
​
La vivienda del encargado era una casilla de madera, separada del local social y puesta en alto para resguardarla de las frecuentes inundaciones.
Hasta 1906, sólo se disponía de una bomba de mano para elevar el agua potable a un tanque colocado sobre el galpón. Ese año se instaló un molino a viento que prestó durante muchos años eficientes servicios.
​
A principios de 1910, se dispuso la instalación del servicio de luz eléctrica y la Comisión decidió comprar un piano.
​
Debemos señalar que simultáneamente el club fue adquiriendo, desde los primeros años, numerosos botes que integraron la primera flota, hasta llegar al año 1911 en que contó con 25 embarcaciones. De ello nos ocuparemos en el capítulo deportivo.
​
El año 1911, culminación de un período floreciente, se produjo la mayor tragedia para la institución. En efecto, en la noche del 15 de agosto de dicho año, un voraz incendio destruyó por completo el local con todo su contenido. De la flota de unos 25 botes, sólo se salvó una canoa que había quedado amarrada a la rampa.
De ese conjunto se debió lamentar especialmente, la pérdida de 4 hermosos botes de paseo que el club había recibido poco tiempo antes de Alemania. A ello, la de 4 “shells” (entre los cuales había un magnífico cuatro largos con timonel), el piano, etc.
​
De la catástrofe, según los testimonios avalados por Armando Bancalari, solamente se salvaron la casilla – habitación del encargado y el molino de viento. Como dijo aquel gran investigador, “sólo quedó como único recuerdo de una época feliz del club”.
​
Cabe pues transcribir aquí textualmente, las palabras expuestas por Armando Bancalari, en sus tan valiosas “Memorias”:
“La situación a que se llegó como consecuencia del siniestro era tan difícil, que no es exagerado calificarla de tragedia. El importe cobrado del seguro, apenas permitió adquirir 8 botes de paseo -que debieron permanecer varios meses poco menos que a la intemperie- y construir una mínima parte del nuevo local.
​
“Durante más de dos años las actividades sociales y deportivas fueron nulas, provocando una gran disminución de socios, cuyo número se redujo a menos de 30. Como remate, las deudas adquirieron proporciones alarmantes, contribuyendo a acentuar la lobreguez del cuadro.
“Sólo los que debimos hacernos cargo de tal estado de cosas, desde 1912 hasta 1920, sabemos que los disgustos, sacrificios y desvelos que costó evitar la desaparición del club, felizmente fueron superados. En los años siguientes pudo darse por consolidada su situación, para llegar paulatinamente al estado próspero posterior”.
​
Recuperados del primer momento del desastre, se trató de concretar la construcción inmediata del nuevo edificio. Fue en esta oportunidad la patriótica y tan generosa actitud del benefactor Eduardo Patricio Moine, quien se hizo cargo de salvar las mayores responsabilidades financieras que habían paralizado la existencia del club. A ese efecto, en 1912 asumió la presidencia de la entidad y le otorgó un importante préstamo de fondos, que agregados a otros de menor volumen concedidos por algunos asociados, hicieron posible la erección del nuevo edificio. Fueron también muy valiosos los préstamos otorgados por don Armando Bancalari, Pablo Coster, José Estévez, César y Augusto Tarelli, Florentino Galli y Guillermo Krieger, etc.
Al mismo tiempo fue el arquitecto Eduardo Le Monnier, uno de los más entusiastas propulsores, quien trazó los planos del actual edificio, el que no se construyó en la totalidad proyectado.
​
Contando con los recursos necesarios, las obras se iniciaron de inmediato, quedando habilitada la nueva sede -de material- en los primeros meses del año 1914. Se habían invertido $4.450,69.-
​
Con los seguros cobrados se pudo concretar la compra de algunos botes, recibiendo otros en donación.
​
Con la nueva existencia y la nueva actividad social y deportiva, comenzó el aumento de asociados, que en ese año 1914 llegaron a la cantidad de 118.
​
Mientras se construían las obras del nuevo edificio, no descuidó el aspecto estético del lugar y así prosiguieron las plantaciones profusas de paraísos, eucaliptos, olmos y sophoras en la ribera del río y en las calles de acceso a la institución. Fueron las donaciones que efectuaron don Eduardo Patricio Moine, la familia Bancalari, Le Monnier y otros, las que contribuyeron a crear alrededor del club una naturaleza completamente atrayente.
LA NUEVA SEDE SOCIAL –
SU RECONSTRUCCIÓN
​
Dijimos que a partir del año 1914, pasadas en alguna forma las consecuencias del incendio producido la noche del 15 de agosto de 1911, merced a la ayuda financiera de Patricio Moine y otros generosos asociados, el nuevo edificio construido de material ya se había erigido en gran parte, siguiendo los detalles del plano de obra confeccionado por el arquitecto Eduardo Le Monnier. No todo lo planeado en el papel pudo ser realizado, por la falta de los importantes fondos que requería el original del proyecto.
​
En el momento de inaugurarse la nueva casa del Regatas de Bella Vista, contaba con limitadas comodidades: una planta baja y dos pisos altos componían la nueva estructura. La planta baja era sólo un ambiente abierto, sin ningún contenido. Estaba preparado para recibir las numerosas inundaciones de las aguas del río.
​
El primer piso era reservado para la recepción de los botes y lugar de la reparación de los mismos. La segunda planta era el lugar de los vestuarios, baños, otros ámbitos de servicios, la secretaría, etc.
​
Esta disposición se mantuvo hasta el año 1920 aproximadamente, en que se dispuso el cierre de la planta baja, destinándola a salón de recepciones. En el año 1976, se agregó al edificio un pequeño salón.
​
Recién a partir del año 1972, al asumir la presidencia el Sr. Vidal Dominguez comenzaron las obras de un club que estaba muy deteriorado. Gracias al trabajo de la comisión directiva, la situación económica de Regatas se ordenó y a partir de allí se remodeló el vestuario, se colocaron termotanques, se mejoró la infraestructura, cancha, comedor y cocina en ambas plantas.
Estos cambios continuaron durante las presidencias del Sr. de la Torre y el Sr. Munilla. Las reformas de la sede del club que muestra actualmente, tuvo trabajos que se prolongaron hasta el año 1991.
Desde entonces el club muestra una moderna estructura, con grandes ventanales vidriados y divisiones interiores que le permiten gozar de una mayor capacidad para el mejor desarrollo de sus complejas actividades.
​
En esta forma, la planta baja exhibe un buen salón de recepciones, un salón destinado a las reuniones de la Comisión Directiva, una parrilla y el bar, una galería y nuevos vestuarios y baños. En el primer piso funcionan el salón comedor y el bar anexo. Por resolución de las autoridades de la entidad, estos ambientes llevan el nombre del “Presidente Oscar Munilla Aguilar“, por haber sido construidos durante el período en que rigió la institución y promovió esas reformas. Un homenaje que se le rindió, poco después de su fallecimiento.
​
En este piso, además, se hallan la terraza, los dos vestuarios antiguos, otro de damas, la sala de herramientas y la sala de calderas.
Finalmente, en el segundo piso se ubican la secretaría, la secretaría general y el gimnasio.
LA CASA DEL CUIDADOR
​
Completa los bienes del club la casa que desde antaño sirvió como vivienda del cuidador. Allí residió desde muchos años atrás, el que fuera excelente colaborador en el cuidado del club, don Roque Gómez
LA EX QUINTA DE LE MONNIER
​
Durante la presidencia del ingeniero Ricardo de la Torre, el club adquirió la hermosa quinta que en su origen había sido proyectada y construida para su residencia, por el arquitecto Eduardo Le Monnier. En el momento de la compra, dicha propiedad pertenecía a la familia Pugliese.
Años después de la toma de posesión de la misma, el talentoso y animoso grupo de veteranos de rugby se entregó a la tarea de renovarla, reproducir su aspecto original y dotarla de las comodidades necesarias para que sirviera de sede exclusiva de los equipos y jugadores de rugby, para lo cual el chalé histórico dispone de un salón para reuniones de los veteranos. También se utiliza para agasajar a los invitados especiales. Además posee en su ámbito, un living, una sala de estar, el bar y la terraza.
​
Gracias a la labor de los veteranos de rugby que se preocuparon por mantener el estilo original del chalet, hoy luce una tradición histórica.
​
EL AMBITO DEPORTIVO
​
Desde el año 1979, el club ha tratado de dotar para el desarrollo de sus actividades deportivas las canchas y campos necesarios. En el año 1963, los primeros jugadores de rugby construyeron una cancha principal y una de entrenamiento. Ese fue el primer paso.
​
Entre los años 1982 y 1990, se construyeron 5 canchas de rugby grandes, reglamentarias, de las cuales dos de ellas fueron iluminadas en el año 1982 y 4 canchas menores de este deporte. Además se construyeron 3 canchas de hockey, de las cuales 2 son iluminadas. A ellas deben agregarse dos canchas de fútbol, 4 canchas de paddle con sus vestuarios y bar, que se efectuaron en el año 1990 y 3 canchas de tenis.
Todo ese ámbito deportivo, cuidado con gran esmero, ofrece un agradable aspecto que contribuye a dar una mayor prestancia a la institución.